La resiliencia del restaurador, un ejemplo para todos
¿Cuánto va a durar esta crisis? ¿Y mi negocio, cuánto voy a tardar en reflotarlo? ¿Seguirán las cosas igual o tendré que cambiar? Es bastante probable que, desde cualquier profesión, y en este caso, como restaurador, lleves semanas dándole vueltas a todas estas cuestiones.
También es más que probable que ya hayas puesto en marcha medidas de contingencia para sobrellevar mejor esta crisis, ajustes financieros, etc. Todo ello siendo consciente de que nos movemos en un escenario en el que lo único seguro es que nada lo es…
Entonces, te preguntarás… ¿puedo tener algo bajo control en un contexto tan volátil? Ante esta incertidumbre, ¿hay algo a lo que me pueda aferrar? Y la respuesta es afirmativa. Sí que hay algo que podemos controlar, y es el cómo reaccionamos cada uno de nosotros, el cómo nos posicionamos frente a una situación de tal calibre.
Hay un libro que suelo recomendar a mis amigos cuando están pasando por un mal trago de esos que nos trae la vida que es el de “Superar la adversidad: el poder de la resiliencia”, del reputado psiquiatra Luis Rojas Marcos. La resiliencia es esa capacidad de superar cualquier circunstancia, incluso las más traumáticas. Generalmente, la gente confunde ser “fuerte” con “ser resiliente”. Pero, sin embargo, la fuerza, la dureza, muchas veces se presenta carente de la flexibilidad de la “resiliencia”, capaz de adaptarse a los cambios para volver al estado original o resurgir en uno mejor.
Entre las características de la resiliencia nos encontramos con el pensamiento optimista, las conexiones afectivas o la flexibilidad… Y resulta, que, en muchas de estas habilidades, el restaurador, que suele ser una persona hecha a sí misma y luchadora, ya está más que curtido. Lo vemos a continuación….
¿Por qué está el restaurador especialmente preparado para ser muy resiliente?
“La vida consiste en sobrevivir una serie de pruebas, comenzando con el mismo nacimiento”. Muy acertadamente, Rojas Marcos comienza su obra con esta cita de Robert J. Lifton, con la que ejemplifica que vivir no es siempre un camino de rosas.
Y quién mejor que el restaurador para entender lo que significan estas pruebas y lo que significa el ganarse el pan día a día con su esfuerzo.
Y es que, como decimos, y siempre sin generalizar, el restaurador suele ser una persona hecha a sí misma, un emprendedor que en muchas ocasiones ha levantado su propio negocio o franquicia por sus propios medios.
El restaurador sabe, además, que, de la noche a la mañana, el negocio puede pasar de ir muy bien a ir regular, tan solo porque una Semana Santa llueva o porque le denieguen una terraza en verano…
Así que a continuación, os dejamos algunas de las características que consideramos propias de “la resiliencia del restaurador”, y que lo pueden ayudar más que nunca en esta situación que estamos viviendo:
Es resiliente el ser flexible y aprovechar nuevas oportunidades
En un sector tan cambiante y sujeto a la tendencia del consumo como es el de la restauración, la habilidad de observar y adelantarse a las tendencias es clave. Por ello, en esta ocasión, el restaurador sabrá cómo adaptarse a los nuevos escenarios que nos esperan aprovechando todas las oportunidades que surjan.
En este sentido, muy recomendables los últimos artículos de la pensadora Eva Ballarín sobre los nuevos escenarios que se nos plantean tras las crisis: “Turismo, hostelería y pandemias: preguntas para dibujar un nuevo escenario” y “Primeras líneas estratégicas para acelerar la curva de recuperación”. Quién mejor que el restaurador para poder abrazar esta curva con la flexibilidad del resiliente…
Es resiliente ser sociable
La capacidad de sociabilizar y apoyarse en otras personas es una de las características clave de la resiliencia. ¿Y quién mejor que el restaurador para entender los principios de la sociabilización del ser humano, que puede observar día a día en su negocio y vivir en propias carnes? Cada empleado, cada cliente, todas esas pequeñas interacciones sociales hacen del restaurador una persona que sabe apoyarse en los demás, y sabrá hacerlo también en esta crisis.
Es resiliente tener un fuerte centro de control interno
El restaurador tiene que saber de muchas cosas (finanzas, marketing, negocio, alimentación) y ser capaz de gestionarlas todas a la vez. También debe ser conocedor de la psicología humana y un buen líder para poder entender los tan diversos perfiles de personas que trabajan cada día en un negocio de restauración. Todo esto no es fácil, requiere estar siempre alerta, ser capaz de escuchar, de ceder y siempre sin perder la perspectiva de hacia dónde tiene que ir el negocio. Apoyar a todos, pero teniendo siempre la verdad interna dentro, y seguirla sin vacilar.
Esta es una cualidad perfecta para un momento como el actual en el que nos llega información de muchísimas fuentes y estamos rodeados continuamente de impactos de todo tipo. El restaurador puede aferrarse a este control interno para tener una visión mucho más global y más fría de lo que está pasando y ser capaz de encontrar la dirección adecuada a medida que la crisis remonte. Es lo que Rojas llama “las funciones ejecutivas”.
Y mi favorita… Es resiliente ser optimista
El buen optimismo es aquel que está basado en la esperanza, como contaba recientemente en un post de LinkediN el reconocido gurú Simon Sinek, y no ese “positivismo” barato que parece negar la realidad. Todo emprendedor tiene a un optimista dentro si es capaz de tener el empuje necesario para lanzar un negocio basándose en la esperanza de que va a funcionar. En el caso de los restauradores esto es evidente y hay grandes historias que lo demuestran.
Historias como la tan conocida del fundador de KFC, un coronel que empezó vendiendo pollo en su restaurante al borde de una carretera durante la Gran Depresión y que fundó esta cadena con la edad de 70 años y tras un batacazo tras otro. Un optimista.
Otro ejemplo de ello es el fundador de Tim’s Place, un chico con síndrome de Down cuya historia nos cuenta Diego Coquillat: “decidió no poner barreras en su vida y ha conseguido cumplir su sueño: tener su propio restaurante. Su secreto fue el desbordante optimismo y la infinita pasión que le pone a todo lo que hace”. Además, al parecer, en su restaurante, que estuvo abierto durante algunos años hasta que el chico se trasladó de región, los abrazos formaban parte del menú: “me gusta abrazar a los clientes porque quiero que se sientan bien, conectados y rodeados de amigos”, decía Tim. Y hasta su madre dice de él: “tiene esa única cualidad de ser feliz, cada día”.
Y es que otra razón para creer en el optimismo del restaurador es que trabajar en un sector dedicado al ocio, es de por sí, trabajar en el regocijo diario de la alegría de vivir.
Así que, queridos restauradores, tengamos resiliencia y mantengamos nuestro centro interno, con optimismo, con flexibilidad y rodeándonos de buena gente y seguro que saldremos de esta crisis fortalecidos y habiendo desarrollado todavía más esa resiliencia, si cabe.